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No recuerdo como era Navidad en mis primeros años de vida, asumo que debió ser nada pomposa, ni llena de regalos y con tono de temor, pues era la época de apogeo del terrorismo y la idea de que algún atentado ocurriera ese día seguramente atemorizaba a más de uno.

 

Mis primeras navidades las debí pasar en Sicuani o Cusco compartiendo con mi abuela materna o en la casa de alguna tía, en aquellos años era importante pasar la fiesta con algún familiar que llenar el pie del árbol con varios regalos y tener la casa llena de luces.

 

Pero de las primeras navidades que recuerdo, casi entre sueños, son las imágenes de una cena modesta a base de un jugoso pollo a la brasa, un pavo o pavipollo no saldría a cuenta solo éramos cuatro en mi familia, yo no superaba los 8 años y mi hermana solo tenía 3, entonces preparar mucha comida no tenía sentido.

 

Recibir un regalo era suficiente, todos en el barrio recibíamos uno, con el cual jugábamos al día siguiente en la calle por varias horas, no era necesario tener un lujoso juguete bastaba con que sirva para jugar, el resto corría a costa de nuestra imaginación.

Además los cohetecillos también estaban presentes y eran manipulables sin la supervisión de algún adulto, eran parte de los juegos en Navidad.

 

Cuando los años pasan uno se vuelve más consciente del significado de las fechas y lo conlleva ser parte de los preparativos para celebrar la llegada del niño Jesús. En mi casa siempre hemos tenido la tradición de iniciar los preparativos de Navidad (incluyendo el adornar la casa y armar el nacimiento) el mismo 24 de diciembre.

 

Entonces a partir de los 10 o 12 años cada 24 de diciembre mi madre me despertaba a las 6:00 am algo normal en aquellos años (hoy puede ser considerado un crimen), para acompañarla a la Bombonera a comprar las hierbas y plantas para armar el nacimiento.

 

Luego de unos 10 gritos exigiendo que me levante, yo solía estar listo, con algo de mal humor, pero listo, el frío de la mañana ayudaba a que el sueño y la flojera desapareciera, además podía tener suerte de encontrarme algún amigo o con mucha fortuna a la niña que me gustaba por esos días. Lo cual casi nunca ocurría por cierto.

 

Después de 15 a 20 minutos de caminata llegábamos a la Bombonera, la calle solía estar invadida por vendedores de plantas silvestres y pedazos de pasto para los nacimientos, mientras las personas; grandes y chicos caminan presurosos para encontrar las mejores plantas al precio más barato.

 

Uno debía caminar con cuidado entre la multitud, porque podría ser atropellado por algún tricitaxi, punzarse con los espinos de la bolsa de alguna persona o perderse por varios minutos, para recibir una soberana llamada de atención al encontrarse nuevamente con su familiar.

 

Luego de comprar la salvajina, unos espinos verdes con flores lilas en las puntas, pastos, pajas, flores, incienso y otras cosas que no recuerdo, era hora de volver a casa cargando las bolsas para tomar de desayuno una taza de chocolate.

 

Luego de lavar las tazas, tocaba limpiar una esquina de la casa, colocar una mesa, desempolvar las cajas, retirar de su interior los adornos del nacimiento con sumo cuidado, no solo para no romper algún pastor o a José, sino porque siempre había más de una araña en el interior de la cual cuidarse.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Para armar los nacimientos mi madre mostraba dotes de artista, su imaginación era sorprendente, hasta ahora, me sorprende cada año lo arma de diferente forma, una vez hasta pecera hubo. Una vez terminado nuestro nacimiento, tocaba en ocasiones ayudar a mi tía Emma a armar el suyo.

 

Pasado el almuerzo, era hora de alistarse para comprar los regalos, digo los regalos porque eran dos, uno para mi hermana y otro para mí, quizás alguno más para algún primo o ahijado de mis padres.

 

Comprar los regalos también era como una tradición llegábamos en tricitaxi al jirón Bolognesi o hasta la avenida Grau, para dar inicio al recorrido de las decenas de puestos de juguetes en busca de alguno, a mi me gustaban todos, pero había que escoger solo uno, decisión nada fácil, no podía correr el riesgo de tener el mismo que algún familiar cercano. Demorábamos una hora o más en comprarlos. Aunque el final quienes decidían eran mis padres.

 

Pero esa caminata en busca de los regalos, creo que era una excusa de mis padres para encontrarse con algún familiar o amigo durante ese trajín para saludarlos por Navidad y desear un feliz año nuevo. Sin duda era una ocasión para intercambiar abrazos, de esos que hoy ya no se dan y que se transformaron en un post de redes sociales.

 

Ya de noche volvíamos a casa en medio de la lluvia, para llevar la cena al horno.

 

Cuando era Navidad sin duda era una fecha para pasarla en familia, desde que despertabas hasta que caías rendido por el sueño en la madrugada del 25 de diciembre.

 

Hoy todo ha cambiado, la Navidad ya no es una fecha tradicionalmente familiar sino más comercial, donde ya no importa el tiempo que pasaras con alguien ese día, sino el regalo que le llevaras o recibirás.

 

*Cuando era Navidad, también solíamos caminar una hora por las calle mojadas con la lluvia navideña para luego (como dice la canción del gran Fito Paez) sellarlo todo, todo, con un beso.

Cuando era Navidad

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Periodista, padre y clown, este es mi lugar para decir las cosas sin peros, ni pelos en la lengua. De todo un poco, desde cosas personalmente banales hasta temas coyunturalmente controversiales.

 

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