top of page

El dios andrógino que volvió a Marte

Tambie te podria interesar:

Marianna Espezúa

Veo el arte como la eyaculación de la vida, Y este espacio es un narcótico textual que nace de su mismo orgasmo.

------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

David Bowie merece su propio planeta, su propia constelación y también merece su propia estrella, aunque de todas formas, la estrella querría  llamarse David Bowie.

 

El dios andrógino ha muerto y se llevó su colección de personalidades con él: Ziggy Stardust, Aladdin Sane, Major Tom y The Thin White Duke…

 

Hablar de  él, es hablar de arte y muchas caras del arte, caras que se fusionaron y de todos los resultados que se dieron, el más extraordinario fue el nacimiento de Ziggy Stardust, con él, Bowie buscaba construir un personaje que pueda fusionar rock con teatralidad.

 

Creó al alienígena que intenta salvar la Tierra y muere en manos de sus fans. Desaparecieron los límites entre masculino y femenino, heterosexual y homosexual, realidad y ficción. Era  un arquetipo que conviertió al rock en algo narrable e historizable. Era hermoso y presumía ser pansexual, un aritócrata frío con alucinaciones de rockero andrógino filonazi.

 

Claro, hasta que Bowie vio que Ziggy debía morir, pero había confundido tanto a los fans al ser tanto Ziggy como Bowie, que al final él también llegó a perderse y adoptó a un Ziggy perpetuo en sí. Es que Bowie tenía un don y una forma rara de ver el mundo, debía ser pernne, un prototipo de artista pop completo, total, absoluto, vanguardista, que sobre todo entendía el negocio de la novedad, sabiendo materializar tendencias emergentes. Cuando ya había logrado su primer éxito, Space oddity, una fantasía espacial. Ésta “coincidió” con la llegada del hombre a la luna.

 

No seguía las modas, las creaba.

 

Decía que la moda no le interesaba, solo quería que su música se viese como sonaba, así que creo cientos de imágenes increíbles, demostrando que aunque a él no le interesaba la moda, a la moda si le interesaba Bowie.

 

Tan importante fue la imagen que dejó, que en octubre de 2013, según una encuesta elaborada por la BBC History Magazine, se lo nombró como el británico mejor vestido de la historia.

 

Sin embargo, había cierta faceta de su carrera como artista en la que nunca pudo desempeñarse a la altura de su talento. Ya que participó en una veintena de películas y series, pero dejó un legado desgraciadamente mediocre.

 

Este viernes acababa de publicar su disco Blackstar, a manera de adiós anticipado. Bowie llevaba 18 silenciosos meses batallando contra el cáncer. Su muerte fue una bomba, fue un golpe inesperado, fue un baldazo de agua helada.

 

Como resultado, en solo unas horas ya habían más de 2,3 millones de tuits recordando al cantante, con 20.000 mensajes por minuto después de la confirmación de la cuenta oficial de David.  Hace unos días veía su vídeo de Lazarus,  el primer sencillo de su nuevo álbum, es puro escalofrío. Ahora lo veo de nuevo y me devora un vacío al ver a Bowie postrado en la cama de un hospital, delirante, abandonado, como un poeta lunático y enfebrecido, hablando de la muerte y la resurrección, casi como en un réquiem premeditado.

 

Como decía, David Bowie merece su propio planeta, su propia constelación y también merece su propia estrella, aunque de todas formas, la estrella querría  llamarse David Bowie.

bottom of page