
Tal vez no todo tiempo pasado fue mejor, pero sí más inocente, como la arena que se escapa de nuestras manos cuando apretamos con fuerza. Sin embargo, maravillosamente, algunas veces sucede que la arena viaja del viento hacía nuestras manos, intacta. Es la naturaleza de la inocencia: es hasta cierto punto recuperable.
Creo que todas las definiciones de esa palabra apuntan a que es un estado y calidad del alma que está limpia de culpa. Entendamos entonces que la culpa es algo ajeno al hombre y anterior a él, porque también lo será así la inocencia. El hombre ha cargado con la culpa como un símbolo de cruz a su espalda y sin embargo, olvidó que es inocente al existir.
Pues bien, somos inocentes los fines de semana, de todo frenesí, de la copa que cayó al suelo. Somos inocentes de la resaca, somos inocentes de esa sed, porque el ser humano está hecho de sed y de agua.
Somos inocentes de no salir de la cama, en días; somos inocentes de llegar tarde, así sea siempre, somos inocentes de no visitar a los amigos, somos inocentes de procrastinar, somos inocentes de esa pila de colillas de cigarro en el cenicero, somos inocentes de la ropa sobre la silla.
Somos inocentes de empecinarnos en perseguir una piedra, somos inocentes de huir de esa misma piedra.
Somos inocentes cuando comenzamos a vivir, aunque sea por segunda o tercera o cuarta vez, cuando miramos con tierno optimismo una pared tantas veces manchada y le agregamos algunos matices buscando encontrar la belleza.
Tan inocentes como el perro que al verte caminando de noche caminó a tu lado, ya sea esperando aplacar el hambre o la soledad, quien sabe lo que buscan, pero de alguna forma te encuentran.
Somos inocentes de los debates hasta la madrugada en cualquier bar, somos inocentes de querer poseer la hegemonía de la razón y de no querer poseer nada.
Somos inocentes del miedo, somos inocentes de ser torpes, distraídos.
Somos inocentes al contemplar el festival de las causas y sus consecuencias.
Pero entonces ¿es inocente la mujer o niña que decide abortar al niño producto de una violación? (tan solo imaginemos las punzantes cavilaciones que atravesó para que haya llegado a ese resultado) ¿Existe inocencia cuando un hombre le propone a otro pasar el resto de su vida juntos? ¿Somos inocentes de desear alterar nuestra conciencia con cualquier sustancia psicotrópica, de fumar el porrito de la tarde? ¿Somos inocentes de elegir el momento de nuestra muerte, aún si no podemos mover más que los ojos?
Si nos prohíben pisar el césped tendremos nuestro pastito interior, según Salvador Lavado, Quino. No creo que el Estado o la Iglesia puedan tirar la primera piedra. Somos inocentes cuando dejamos que los ríos que nos componen sigan su cauce, sin chocar los ríos ajenos.
Con cada paso andado es imposible no llenar un poco arena entre los zapatos, y con cada vuelta del mundo sobre su eje debe reinventarse la palabra inocencia; quizás no podemos volver a los diecisiete, pero siempre podemos volver a ella, pues somos responsables de crearla. Después de todo “y quien no tiene un amor, y quien no goza entre amapolas”.
Apuntes sobre la inocencia
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Narda Segovia
Estudió derecho, pero se la ha visto trepando árboles. Participó en revistas como “Rien de Rien”, “Catarsis”, y en alguna que otra. Piensa que después de todo ¿Qué se puede hacer salvo ver películas?
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