
Releo, una vez más, el texto que pensaba enviar para la columna de esta semana en la web de El Búho: No me gusta, no me gusta para nada lo que he escrito. Mi texto es un mamarracho, un mamarracho feo y ordinario. Un montón de palabras que no sirven para nada. No puedo creer lo mal que escribo. Me siento avergonzado por haber hecho algo tan notoriamente defectuoso.
No te engañes, me dice una voz en la que reconozco al grillo de mi conciencia, así de inútil eres y nunca cambiarás. No importa cuánto te esfuerces. La voz en mi cabeza es cruel y pareciera disfrutar haciéndome sufrir. No te engañes, no sirves para esto. No sirves para nada. Para nada, para nada, nada… Repite la voz, una y otra vez en un eco interminable y perturbador.
He fracasado, lo admito finalmente. He fracasado como escritor, como periodista y, por ende, también como ser humano.
Para un inservible de nacimiento como yo, la capacidad para escribir, y la ilusión de que podía hacerlo bien, parecían ser el único consuelo para seguir viviendo. Tenía mi existencia, entonces, una justificación, un por qué. Ahora eso ha cambiado, todo lo que me rodea ha perdido su significado a causa de un artículo mal hecho. ¡Maldita sea la hora en que decidí escribirlo!
Me doy cuenta que es tiempo de dejarlo todo. Quemaré cuanto haya escrito hasta el momento y renunciaré a todos mis trabajos periodísticos. Buscaré una nueva profesión. Una profesión digna y verdadera cuyo aporte a la sociedad sea genuino y significativo. Me haré chef, así lo he decidido. ¿En qué otra cosa podría trabajar un peruano que busque la realización personal?
Reemplazaré a Vargas Llosa por Gastón Acurio y las noches de lectura por infinitas tardes de cocina. Los cuentos serán dejados de lado para que los guisos tomen su lugar. Cambiaré las historias por cuchillos y el arte por pisco sour; a partir de hoy la vida será un inmenso plato de ceviche.
No más feria del libro ni cojudeces de ese tipo para mí. ¡¿Qué es eso de estar gastando (malgastando) dinero en montones de papel y tinta que no sirven para nada?! A partir de ahora las únicas ferias que he de visitar son las gastronómicas: Mistura, Festisabores y demás orgias culinarias. Hay tantas y están todas tan bien organizadas, tienen tanto presupuesto, que da gusto ir a visitarlas; no como las ferias de libro, esas que son para pobres, para inadaptados que no aportan nada a la sociedad.
A partir de hoy me pasaré la vida disfrutando y saboreando nuestra comida; nuestro orgullo nacional, lo único digno de alabanza en estas tierras. No sé cómo pude, alguna vez, imaginar que en este país era posible convertirme en escritor si los peruanos somos buenos únicamente para cocinar y, claro está, para tragar.
Tambie te podria interesar:
Renato Amat y León S.
Periodista, escritor, fracasado... ¿Qué más puedo decir? No se si estoy despierto o tengo los ojos abiertos...
(Sobre cómo decidí convertirme en cocinero)
------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
De escritor a chef
