
La esperanza del naufragio
Tambie te podria interesar:
Renato Amat y León S.
Periodista, escritor, fracasado... ¿Qué más puedo decir? No se si estoy despierto o tengo los ojos abiertos...
------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

"y la vida siguió como siguen las cosas que no tienen mucho sentido."
(Joaquin Sabina)
1
Días de andar sin dinero, bancarrota total. Caminar mucho escapando de las combis, del transporte público, indigno e insufrible, en esta ciudad, en este país. Prefiero andar a pie y preservar lo poco de dignidad que me queda; todavía tengo, gracias a dios, mejores cosas en que perderla.
Tengo, también, la suerte de nunca estar apremiado por el tiempo. No debo llegar con prisa a ningún lugar porque nadie está esperando por mí en ninguna parte. Mientras ésta libertad dure podré seguir desperdiciando todas las horas de vida que quiera en errantes caminatas, fumando sin parar, pensando en un millón de tonterías y escapando de las combis.
2
Haciendo mil preparativos para publicar la novela en unos días. Aquel texto es, probablemente, lo único que he escrito con lo que me siento más o menos conforme, satisfecho. Todo lo demás me parece tan defectuoso, tan mal hecho que cada vez que pienso en ello siento que debería dejar de escribir, ya saben, por una cuestión de dignidad y buen gusto.
3
Hace pocas semanas cumplí 21 años, dos décadas que, sobre mis hombros, pesan más de lo que deberían. Solamente puedo pensar en todas las cosas que, de adolescente, creí ya habría logrado hoy. En todas las batallas que, a estas alturas, pensé estarían ganadas.
Pero todo se perdió: Los sueños de grandeza, la pugna desesperada por amores que nunca fueron, las ambiciones temerarias, la alegría de estar vivo, todo, todo cuanto tenía y cuanto era ha sido olvidado. Deserté de esas guerras hace demasiado tiempo y no me siento capaz de luchar por algo otra vez.
4
¡Maldita sea! Soy demasiado joven para estar tan viejo.
5
Me he convertido en un hombre lleno de arrepentimientos, las semanas me pasan por encima y yo sigo recostado en el sofá, engordando y emborrachándome, tratando de escribir una historia que me dé un poco de oxígeno para vivir. Pero todo es inútil; hasta estos artículos que no son otra cosa que divagaciones me cuestan mucho más de lo que deberían, mucho más que hace algunos años.
Se me han terminado las historias, las palabras ya no significan nada. Es como si hubiera olvidado como se hacen las cosas. Cómo las hacía antes, con tanto enojo, con tanta furia e ingenuidad.
6
Salgo de un bar junto con una vieja amiga, ella se despide de mí con una enorme sonrisa de cariño que me llena de añoranza, me abraza por mi cumpleaños (que aunque fue hace varios días, no la corrijo) y se va en un taxi.
Camino y fumo sin saber muy bien a donde ir, estoy demasiado ansioso para volver a casa así que regreso al bar. Pido un trago, un cuba libre, mientras Damián Rice canta “The blower's daughter” en los parlantes, su antigua melodía me recuerdan el dolor de otros tiempos, de épocas en las que el corazón aún no se me había terminado de podrir. Los acordes más precisos pueden hacer sangrar las cicatrices.
La vida sigue su curso, intrascendente y dolorosa. Yo me emborracho mirando la puerta, las otras mesas, mirando hacia cualquier lugar, esperando que pase algo, algo que me salve de mí mismo y de este infatigable naufragio del cual llevo demasiado tiempo sin saber cómo escapar.