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Ilustración: Martín Sánchez Torres

Aún no he terminado de volverme loco

He escrito para no aburrirme, porque siempre estoy cansado, porque todo me da lata o me produce tedio, porque  todo me parece inútil e insignificante, porque escribir es la única forma que conozco de reírme de todas aquellas cosas que siempre me ponen triste.

 

He escrito para sentirme útil: porque no se cantar, ni bailar, porque no soy guapo, ni divertido, porque no tengo ningún chiste, porque ni siquiera se contar chistes.

 

He escrito para poder estar solo pero también para poder – a mi manera – estar más cerca de aquellos a quienes quiero y he escrito, como dice el buen Gabo, para que ustedes me quieran. Siempre, siempre he escrito para que alguien me quiera, pero también para que, por favor, todos me odien; desde luego, yo también los odio.

 

He escrito para encontrar la verdad, aunque haya escrito siempre un montón de mentiras. He escrito sobre amores frustrados y batallas perdidas, he escrito sobre el odio y sobre el dolor y también, alguna vez, sobre la felicidad.

 

He escrito -¡que ingenuidad! – para intentar cambiar el mundo y para asegurarme que el mundo no me cambie. He escrito para reparar todas mis contradicciones aunque nunca me haya funcionado.

 

He escrito para olvidar y también, algunas veces, para recordar. Pero sobre todo he escrito para escapar, para naufragar, para perderme y para luego, con algo de suerte, poder reencontrarme más limpio, más curtido y menos gordo que la última vez (porque escribir, aunque ustedes no lo crean, baja de peso).

 

He escrito para existir y para que existas, para que – aunque sea por una sola vez – existamos juntos en un improbable (¿imposible?) nosotros.

 

He escrito para trabajar y también para renunciar. He escrito sobre putas y borrachos, sobre cogoteros y montones de fierros retorcidos en nocturnas avenidas. He escrito por que yo alguna vez también he sido tan idiota como para reducir una tragedia a una “gran primicia.” Aunque aquella vez, debo admitirlo,  casi dejo de escribir.

 

He escrito, claro está, porque estoy demasiado aburrido de mí mismo, porque no me soporto, porque nadie me soporta y porque yo no soporto a nadie. He escrito para hacerme el interesante y para sentirme importante.

 

He escrito porque siento celos del que triunfa, del guapo del barrio, del galán de la pista de baile, del bacancito de la clase. Aunque los mire con desdén y no me atreva a confesarlo, en el fondo quisiera ser como ellos, poder estar en su lugar y no escribiendo

estas cosas que no me sirven para nada porque nada significan.

 

He escrito para que me perdones, porque te extraño.

 

He escrito para combatir la página en blanco; por más que me pase la vida tecleándole encima, da igual, siempre es lo mismo, siempre está en blanco,  burlándose de mí, la maldita página en blanco.

 

He escrito para tratar de encontrarle el sentido a mis palabras.  

 

He escrito para poder tener con quién hablar, para poder hablar aunque sea conmigo mismo. He escrito porque son demasiados los amigos que he perdido, los amores que se me han escapado, las veces que he fracasado, porque sé de sobra como caer pero nunca aprendí a levantarme.

 

He escrito porque me siento demasiado viejo pero soy demasiado joven. Me he pasado la vida escribiendo para demostrar que en realidad nunca he sido joven.

 

He escrito para entretenerlos y para conmoverlos. Para que ustedes también lloren como quinceañeras o rían como niños de la misma forma en que yo rio y lloro cuando escribo estas cosas tontas.

 

He escrito porque, como dice Vargas Llosa, la realidad siempre está mal hecha y hay que hacer el esfuerzo por corregirla, o cuanto menos, por entenderla.

 

He escrito para recordarme que aún no he terminado de volverme loco.

 

Pero he escrito, sobre todo, para que voltees a mirarme. Para que leas estas cosas que público en los periódicos y te acuerdes de mí de vez en cuando, aunque yo nunca me entere, aunque tú nunca lo admitas, aunque me niegues tres veces y más antes de que cante el gallo yo te seguiré escribiendo.

 

Porque quizá siempre escriba un poquito sobre ti, pensando en ti, incluso cuando escriba cosas que nada tengan que ver contigo; siempre estarás ahí, siempre serás tú, en cada una de mis palabras. Porque, al fin y al cabo, seguir escribiendo es la única forma que tengo de decirte (y decirme) que, a pesar de todos estos años, aún no me he rendido.

 

 

 

 

 

Texto publicado originalmente en el diario El Pueblo  

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