
Si Superman estuviera dentro de una combi llena de gente, probablemente sería el amable chico - lorna para algunos- que cedería su asiento a la señorona que viene con sus bolsas de mercado. En cambio Batman, sería de los que se hacen los locos y disque están leyendo un libro o escuchando música en su Ipod. “En el fondo Clark Kent es una buena persona, y en el fondo yo no”*, diría Batman, para explicar esta situación. Pero ¿qué hace que Superman sea el lindo paladín que lucha por la verdad, la justicia y la American way of life, y que, por otro lado, Batman sea el vengador oscuro que mete miedo a los malosos de ciudad Gótica, a punta de puñetes, patadas, POWS, BOOMS y CRASHES
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Jorge Malpartida
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ORÍGENES DIFERENTES
Superman, el hombre más poderoso sobre la Tierra no es humano, sino un extraterrestre huérfano. Clark Kent fue criado desde bebé por dos simples, amables y cariñosos granjeros, en el solitario y aburrido pueblo de Smallville, un lugar tranquilo del que casi todos sus habitantes querrían escapar. “Clark conocía a todos y todos conocían a Clark. Así era Smallville”, dice su padre, Jonathan Kent.
Debido a la exposición a este ambiente es que El Hombre de Acero siempre quiera hacer lo correcto, proteger a los demás y –para colmo - sin que nadie salga herido con sus acciones. En fin, un hombre consciente de que sus grandes poderes tienen que ser beneficiosos para la humanidad. ¡Qué lindo! ¿No creen? “Puede hacer lo que quiere y decide ser ¿qué?: Un héroe”, se pregunta extrañada, casi burlándose de Superman, Louis Lane, la doncella siempre necesitada de ayuda.
Bruce Wayne, el hombre detrás de la máscara de Batman, es huérfano también; pero la diferencia con Kent, es que sus padres fueron asesinados a balazos frente a sus ojos cuando era un niño. Esta tragedia lo traumó para siempre. La soledad, los deseos de venganza, la violencia y el odio, oscurecieron a este pequeño, que dejó su natal Ciudad Gótica- una mezcla de las calles Víctor Lira, San Camilo y Pizarro del Cercado a las diez de la noche - para recorrer el mundo y encontrar algunas respuestas que puedan calmar el abrumador dolor de su existencia.
A Wayne le guían, en su gesta por limpiar la ciudad del crimen, sus ganas de redimir a su familia y a él. Nada de vocación de servicio ni ejemplo ciudadano: Batman puede llegar a veces a ser destructivo, violento, egoísta, despreciable. Y que la gente piense esto de él, parece no importarle. Sin embargo, ¿quién está más capacitado para defendernos? ¿Alguien que siempre te restriega en la cara que es mejor que tú o alguien que, a pesar de sus excesos, entiende lo que sufren las personas comunes y corrientes?


LA PERFECCIÓN DE LOS SOBERBIOS
Superman, antes de convertirse en el campeón defensor de la Tierra, tenía que agarrar calle y salir a conocer el mundo por eso se muda a Metrópolis, la vertiginosa urbe que se caracteriza por destruir las ilusiones de muchachos buena gente como Clark Kent. “No puedes ver el horizonte si no has sobrevalorado sobre él antes”, aconsejó su padre a Clark.
Es en esta ciudad enorme elegante, fina, moderna y ordenada, como damisela de alcurnia que Kent se sentirá útil para su sociedad y, de paso, admirado por los demás: “Miren al cielo, es un pájaro, es un avión. Es Superman, quien puede cambiar el curso de caudalosos ríos y doblar el acero con su manos”, le dicen cada vez que pasa. Superman, siempre cumplirá su misión, salvará a la ciudad de los planes malvados de su némesis Lex Luthor, rescatará al gatito que está atrapado en el árbol y, además, le alcanzará el tiempo para jalar a Louis Lane hasta su trabajo en el periódico Daily Planet.¿Qué madre no querría a este muchacho como yerno?
Pero a veces tanta perfección aburre. Tanta eficiencia es sospechosa. Así somos los humanos: desconfiamos de la excelencia. Clark nunca entendería esta mezquindad de los humanis porque, lamentablemente, él no es uno de nuestra especia. “Clark Kent es como Superman mira a los humanos (…) Él es débil, inseguro…es un cobarde. Clark Kent es la crítica que hace Superman sobre toda la raza humana”, dice Bill (David Carradine) en la segunda parte de la película Kill Bill.
Y claro, si todo el tiempo parece que Superman nos mira por encima del hombro - como despreciándonos -, de ninguna manera nos sentiremos tranquilos con la protección del ojo vigilante de El Hombre de Acero, que parece decirte: “Se quién hace el bien y quién no, cuídate no más”.
En cambio, Ciudad Gótica es un lugar que desde lo alto puede parecer civilizado, pero que desde sus más profundas entrañas destila una pestilente corrupción. Un lugar peligroso y decadente que saca lo peor de cada persona. Prostitución, violencia, impunidad, degradación, arreglos bajo la mesa entre jueces y policía, crimen organizado con influencia en los círculos de poder. Sin duda, “no es lugar para crear una familia”, diría el inspector de la policía de Ciudad Gótica, Jim Gordon.
Para ponerle orden a esta asquerosa ciudad, Batman tendrá que embarrarse las manos y jugar sucio, casi igual de sucio que sus enemigos. Clark Kent, Superman, no podría hacer lo mismo. Para limpiar Ciudad Gótica, Bruce Wayne se pondrá una máscara y provocará el miedo. La incógnita asusta a los adversarios. Clark Kent, el boy scout, no podría hacerlo: él juega limpio. A Batman no le importa eso. Batman, sabe que el hombre sin identidad genera pavor y lo sabe porque él también ha sentido miedo cada vez que es perseguido por sus fantasmas interiores. Clark Kent, el niño bonito criado en un pueblo de personas decentes, nunca ha sentido tal carga emocional. Esa es la diferencia.
¿El Hombre de Acero o El Caballero de la Noche? ¿El héroe intachable o el vengador resentido? Al final, cada uno de estos dos engendros busca proteger, como puede, a los desvalidos ciudadanos de los peligros y la maldad de este mundo.
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*Los entrecomillados en cursiva son citas extraídas de los siguientes cómics: Batman Año Uno, Batman Hush; y Superman: For all the seasons.
