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Tengo una cita a las 6:00

Entré temeroso por las puertas de vidrio, me acerqué a la primera persona que vi en el mostrador. “Tengo una cita a las 6:00”, le dije. La señorita me miro con rostro extrañado y a la vez conteniendo la risa que le ocasionó oír mi voz al romperse produciendo el sonido más patético que hasta ese momento había escuchado.

 

Mientras me miraba y hablaba por teléfono una gota de sudor recorrió mi espalda cuando oí la carcajada que se escuchaba al otro lado de la línea. Intente acercarme lo más que pude o incluso subirme al mostrador para poder escuchar lo que estaban diciendo pero me desanimé cuando vi al musculoso de seguridad acercarse.

 

Evitaré pensar en lo incómodo que fue la segunda ruptura de mi voz al saludarla cuando la vi, y menos en ese momento donde, por estar en su trabajo a donde la fui a recoger, no sabia si saludarla con un beso en la mejilla o lo que al final escogí: un vergonzoso apretón de manos en mitad de la recepción. El sonido del golpe de la mano del vigilante sobre su frente al ver el espectáculo no ayudó, sin embargo la risa de Laura sirvió para sacarnos del apuro.

 

Al salir me preguntó ¿A dónde vamos?; Yo obviamente no tenia ni puñetera idea, pero mi mente tan rápida y audaz logró articular la mejor respuesta casi en segundos: “¿A comer…?”; ella me miró y sonrió mientras replicaba: “Pero ¿A dónde vamos a comer? Mi cara se paralizo por un minuto y los hámster de mi cabeza presentaron su carta de renuncia. Me las arreglé para nombrar los restaurantes de comida rápida que veía a mi alrededor ya que no había estado ahí más de un par de veces, todo se arreglo en un segundo ya que al final, ella decidió.

 

Al llegar, intenté ser un caballero retirando la silla para ella, lo que fue en vano porque se sentó en la silla opuesta a la que cogí. Además de forzar mi voz, que naturalmente ya es más aguda que la de Laura. Intentar parecer refinado buscando algún platillo del cual podría saber y así impresionarla. Ella demostró quien mandaba ordenando algo de lo que no sabía bien como pronunciar y dijo “Lo mismo para él”. En ese momento ella sacó su teléfono y yo quise gritar.

 

Hice las preguntas usuales para relajar el ambiente: ¿Cómo va el trabajo? Su “bien” no me relajo para nada, pensé que preguntar sobre el clima, el tráfico o la familia no era una buena idea por lo que cuando mencionó que le contara sobre mi viaje a Piura del cual ya habíamos hablado antes, hizo que no dejara de hablar.

 

De pronto “Pum” mi corazón casi se detiene cuando a la mitad me dijo, “Voy al baño” mientras la veía solo podía imaginar que la aburrí y ella buscaba alguna excusa para irse.

 

Me calmé y decidí negar cualquier desesperanza. Ella regresó del baño un poco más relajada y con mucho perfume encima. Con una enorme sonrisa en los labios y después de varios mojitos encima, comenzó a reírse mis chistes, a jugar con la comida y a pasarla bien; es decir todo fue genial. Al terminar la cena me preguntó si vivía cerca, fue raro que no lo recordara pero que pudiera responder me invito a pasar la noche en su casa. Yo estaba muy emocionado y agradecí a Joaquín el haberme dado el condón que tenia ahora en mi bolsillo derecho.

 

Luego de una noche increíble, ella vomitaba en el baño, repitiendo mil veces que no volvería a fumar marihuana y yo intentando dormir en el sillón. Hoy, casi cinco años después, recordando esta historia de mi primera cita con Laura, creo no es lo adecuado para un discurso sobre como la conocí, mucho menos en la boda de tu mejor amiga.

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